a los que orbitan

un proyecto en forma de libro... una selección de textos agrupados... e ilustrados...
el desorden de un blog... las órbitas paralelas...
a los que orbitan...

cuadriláteros

la ilusión de los desayunos. El olor a sexo y a sudor compartido, tras horas de sueños independientes, el ruido espeluznante del despertador y el automatismo del desperece. Las arrugas de la almohada clavadas en la cara y las sábanas tatuadas en la espalda. Arrastrarse hasta la cocina y poner al fuego una cafetera, y unas rebanadas de pan a tostar, bostezar y buscar el hueco del otro, que en vertical ya no tiene la misma forma. Balbucear palabras y mojarlas en el café para ver si se despiertan, justo después de la ducha rápida con toalla prestada y un ligero rastro de humedad en el aire. Y llega el atropello de la hora, y los quehaceres inmediatos, y el “Ya te llamaré”, y la caricia en la cabeza como a un perro grande o a un gato faldero, y el portazo que estremece, y los pasos apresurados por la escalera, y la sensación de vacío, de suspensión, y los cacharros sucios del desayuno en la pila, aún tibios.

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