a los que orbitan

un proyecto en forma de libro... una selección de textos agrupados... e ilustrados...
el desorden de un blog... las órbitas paralelas...
a los que orbitan...

bípedos

y es que hay días que no puede ser. De nuevo otra de esas situaciones en las que llega a un sitio que ya conoce previamente (su distribución, sus elementos, los colores, el olor) y, según unos mecanismos escenográficos que hubiesen sido del total agrado de los constructivistas rusos, cambia de forma siniestra el espíritu del lugar, poseyéndolo con suma delicadeza, virando los brillos de las esquinas y los reflejos de los rincones, haciéndole sentir tan incómodo que apenas acaba de llegar, ya quiere marcharse de allí.
Pero al fin han quedado y está a punto de venir.
- Una cerveza, por favor – le pide al camarero que acaba de acercársele
a cambiar un cenicero con varias colillas por otro vacío. Éste no dice nada, pero masca su chicle con más fuerza durante unos segundos y se dirige a una de las neveras. Vuelve con la botella ya abierta.
- Dos cincuenta.
Saca su cartera de la chaqueta y al abrirla dos monedas de uno y una de cincuenta saltan con entusiasmo hasta el otro lado de la barra, cayendo justo en un platito de plástico junto a la caja registradora.
Tras un largo sorbo de cerveza trata de entretener la espera descifrando qué cuadro es el que tiene delante, uno más de los elementos que fueron distorsionados cuando puso el pie en la entrada de aquel bar. Debía estar girado, o del revés, o volteado como en un espejo, y aunque también los colores eran distintos a como los recordaba, continuaba pareciéndose en gran medida a una pintura de Basquiat.

a Marc

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