el anciano que no es un mueble
“No soy un mueble”, piensa el anciano.
“No soy un mueble”, piensa el anciano.
“No soy un trasto”, piensa el anciano.
Al doblar la esquina el anciano encuentra su banco ocupado por un joven.
Se detiene junto a él y enfrentan sus miradas.
Banco coronado por un árbol enfermo de asfalto que pesa menos cada día.
El joven sostiene el humo de un cigarro como un experto malabarista.
Se hace a un lado y el anciano se acomoda en su único lugar.
“No soy un mueble”, susurra el anciano.
“No soy un trasto”, susurra el anciano.
“Yo soy una canoa”, piensa el joven.
“No soy un mueble”, piensa el anciano.
“No soy un mueble”, piensa el anciano.
“No soy un trasto”, piensa el anciano.
Al doblar la esquina el anciano encuentra su banco ocupado por un joven.
Se detiene junto a él y enfrentan sus miradas.
Banco coronado por un árbol enfermo de asfalto que pesa menos cada día.
El joven sostiene el humo de un cigarro como un experto malabarista.
Se hace a un lado y el anciano se acomoda en su único lugar.
“No soy un mueble”, susurra el anciano.
“No soy un trasto”, susurra el anciano.
“Yo soy una canoa”, piensa el joven.
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