te asomas un día a un espejo de piel y te devuelve tus propias preguntas de manera inmediata, simultánea. Es tan extraña la ausencia de espacio que deseas, por un instante, que se detenga. Detenerte tú. Pero es una experiencia tan asombrosa que divides tu deseo en dos extremos como de primavera y margarita deshojada.
Quieres detenerte un momento ante el espejo para facilitarte el entendimiento, terminar de asimilar la situación y poder seguir un rato más; aunque sabes que si emborronas la superficie, que si apartas la mirada, romperás el equilibrio encontrado.
Como todo espejo, era de frágil consistencia de todos modos.
Luego queda un brillo, como lo contrario a una mancha, que atestigua tus interrogantes duplicados.
Era la piel exacta.
Quieres detenerte un momento ante el espejo para facilitarte el entendimiento, terminar de asimilar la situación y poder seguir un rato más; aunque sabes que si emborronas la superficie, que si apartas la mirada, romperás el equilibrio encontrado.
Como todo espejo, era de frágil consistencia de todos modos.
Luego queda un brillo, como lo contrario a una mancha, que atestigua tus interrogantes duplicados.
Era la piel exacta.
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