a los que orbitan

un proyecto en forma de libro... una selección de textos agrupados... e ilustrados...
el desorden de un blog... las órbitas paralelas...
a los que orbitan...

estudio onírico en diez etapas: y 10

cielosueño de iván

10. soñar con el pasado es una putada.
soñar con el pasado.
soñar con Él.
soñar con.
soñar.

estudio onírico en diez etapas: 9

cielosueño de iván
¿y el 9?

estudio onírico en diez etapas: 8

cielosueño de iván

8. soñar con el pasado te hace mentiroso.
Disfrazas la verdad porque no la sabes. Mientes. Te mientes. Cuando hablas mientes. Cuando piensas mientes. Cuando sueñas no. Solapas mentiras a unos y a otros, esquivas las preguntas. Huyes a lo alto de tu castillo y miras fijamente el triángulo púbico. Te excusas ante A porque estás con B y luego te excusas ante B porque estás con A. Sueñas con el pasado y te desafina la rutina.
Sufres por las miradas entornadas de aquellos que no saben estar solos. Pegas un par de saltos de un árbol a otro y haces un ruido como de búho. No estás del todo donde se te supone. Cuando eres consciente de ello comienzas a mentir. Te habitúas a apartarte de los ojos y las manos. Algunas veces se componen como una melódica partitura y durante unos instantes te permites tocarla, interpretarla. Suena diferente porque es otra canción, en otro tiempo, donde los ojos son azules y huele a isla de algún mar del norte.
No puedes destruir lo que no posees: no posees tu pasado: él te posee a ti.
Tus cafés son muy negros, muy rápidos, sobre todo los fines de semana. Te sumerjes en cafés negros para que las imágenes de tus sueños se disuelvan antes de darles tiempo a estropearte el ánimo, el día libre. Los días libres no lo son tanto. Quedan aún muchas cadenas que te impiden volar, así que tu radio de acción se ve limitado. Y subes y bajas y vuelves a subir y a bajar, y es que la inquietud provoca movimiento.
Sueñas que entras en su casa sin que nadie te vea, flotando desde la ventana de su habitación. Escuchas su voz mientras prepara la cena. Vuelas hasta el tejado del edificio de enfrente y observas su vida sin ti. Sueñas con sus días. Sueñas con sus noches. Sueñas con sus amigos. Sueñas que visitas a su familia cuando él no está. Sueñas con explanadas enormes donde os encontráis por casualidad y te explica sus planes de futuro, te presenta a sus nuevos ojos y manos y en el sueño también mientes. Te inventas otras realidades y te pierdes entre tantas dimensiones de mentiras.
La verdad está en sus calcetines: el día que abres el cajón y te los encuentras al fondo del todo, supervivientes de las mudanzas, viajeros del tiempo siempre disimulados en el fondo de algo (bolsas de plástico, maletas, estanterías o cajones), no ves lanas tejidas que abrigan pies de invierno sino sus ojos al final de la punta de tus dedos, su mano apretada a la tuya cruzando calles de países lejanos, su voz grave negando con la cabeza sobre dos tazas de café vacías y muchas colillas en el cenicero de la confitería donde os despedísteis por última vez.
Te mientes cuando tratas de aparentar que no fue tan importante. Sabes que hay un antes y un después en ti. No puedes borrar tu pasado porque te ha llevado hasta aquí. Ahora sólo te queda convivir con él como si de un compañero de piso desaliñado se tratase. Es molesto a veces pero paga su parte del alquiler.
Los misterios de las convivencias son inextricables.
Las mentiras son inextirpables.

estudio onírico en diez etapas: 7

cielosueño de iván

7.
“¿…?”… “¿…?”… “¡…!”… “…”…
7 ¼. Un precipicio. Una letra C gigantesca. Copos de nieve que giran. Muchas cajas de cartón apiladas. Tus bambas hace dos años que caminan sin tus pies.
7 ½. El ruido intermitente de los coches te recuerda a las olas del mar. Te asomas al precipicio y te ves desde el aire al mismo tiempo. Un grito de “¡Taxi!”… convierte tu océano en asfalto.
7 ¾. Te tumbas bajo el sol de invierno con una manta. Cierras los ojos y ves cosas. Hora de digestión. Eres un reptil. Tienes varios pares de párpados que se van cerrando uno tras otro. Ojos de cocodrilo. Lágrimas de nada. No son sueños de siesta sino el reposo del caos. Tu caos es un caos que no se queda quieto. La manta se te queda pequeña, el sol muy lejos y el pasado muy cerca, muy grande. No puedes recortarlo con las tijeras.

estudio onírico en diez etapas: 6

cielosueño de iván

6. soñar con el pasado te convierte en poeta.
“Lalalalalalalalalalala”… Eres un poeta sordo que tararea canciones de estribillo fácil. Buscas el personaje que representas para ti mismo en los libros de la biblioteca, en los estribillos fáciles de la radio.
No es exactamente eso.
Así que escribes en un cuaderno de los chinos, o en servilletas de bar, o detrás de los recibos del banco. Dejas llevar tu mano que se deja llevar por otro órgano y no miras cuál es. A lo mejor hablan más de uno y más de dos, o puede incluso que tengan una conversación a tres bandas entre ellos. Tu mano ejerce de portavoz de todo aquello que fluye desde tu pasado para que vuelvas a enfrentarte a ello cuando lo relees. Te mezclan sueños con realidades y tú sólo cambias de tinta azul a tinta negra cuando se acaba.
Y se acaba una y se acaba la otra y tú sigues con tus dudas y te miras esa mano que se deja llevar y piensas que te gustaría que se llevara a sí misma a otros lugares oculares pero esos dedos son ahora torpes y sobre todo fríos y duelen después de un rato.
Te muerdes las uñas de manera distraída mientras tarareas “Lalalalalalalalalalala”…
Piensas en que quizás tus muros se están levantando, y los imaginas como persianas enrollables de bar (porque si los imaginases de piedra tendrías que pensar todo lo contrario: que se caen, que se desmoronan), pero tu visión es optimista y resulta que suben y suben y suben y pones el cartel de abierto hasta el amanecer y sonríes mirando hacia arriba viendo tus muros con los que ya no te chocas. “Lalala”…
Nadie entra. Nadie sale. Miras el teléfono público al fondo de la barra. Rebuscas en tus bolsillos y no llevas nada suelto. No es momento de pensar en llamadas. Agarras una servilleta y escribes sobre las persianas enrollables de los bares, dotándolas de un sentido figurado, simbólico.
Te entra mucho frío.
Huyes de allí. Te tiras a las aceras de piel sin enredarte en ningún vello de camino a tu castillo.
Por el camino encuentras a una mujer con otra mujer. La mujer en la calle está gritándole a la otra. Sabes que es su hija cuando grita “Hija, es que siempre haces igual, es que no excrementas”… Quieres pensar que quería decir escarmientas.
La poesía está en los gritos de la calle.
Te deshaces de tus bolígrafos azules y negros.
Los poetas son los demás.

estudio onírico en diez etapas: 5

cielosueño de iván

5. soñar con el futuro
que parte del pasado te muestra una vida que nunca sucedió. Te abalanzas sobre un diccionario para buscar el término adecuado que defina en cuatro golpes de voz esa indigna enfermedad donde has sido arrastrado. Encuentras la palabra perfecta: ucronía. “Ucronía con…”… Te entran ganas de vomitar. Vuelves a buscar su número de teléfono. No puedes decir su nombre en voz alta, pero sí puedes leerlo escrito en tu agenda. Hay un atajo si pulsas su inicial. Te tiemblan los dedos que cerraban sus párpados. Botón verde. El número marcado no se encuentra disponible. Confirmas la irrealidad de tu enfermedad. “¿Dónde estarás?”… “¿Cómo estarás?”…

estudio onírico en diez etapas: 4

cielosueño de iván

4. soñar con el pasado es meterte en el cuarto de espejos
de la feria imaginada, no de la real. Tienes que magnificar tu recuerdo de aquellas cuatro paredes estrechas y malolientes detrás del tren de la bruja donde te ves a ti mismo multiplicado agarrado a la mano de tu multiplicada madre. Piensas en una película donde el malo jugaba con el bueno dentro de una multiplicidad perfecta. El malo se reía. Pero el bueno sabía cuál era el malo real. Y le pegaba un tiro. Y todos los malos multiplicados caían al suelo. Los espejos rotos. Sólo uno y todos a la vez.
Te ves a ti mismo muchas veces y cada reflejo es diferente. Ninguno es el real porque el verdadero tú no tiene reflejo, es un vampiro que chupa tu pasado. Cuando te cepillas los dientes o te peinas ese rizo rebelde en el ascensor no eres tú. Eras tú hace tiempo, cuando te quedaste congelado haciendo ese movimiento delante del espejo que te atrapó y se quedó contigo dentro.
Hay varios espejos que cuelgan, manteniendo tus retratos vivientes. Sabes dentro de cuáles no deberías mirar, pero las ferias baratas son traicioneras y saben cómo despistarte. Te ves cerrando aquellos ojos con la punta de tus dedos. Te ves acariciando aquellos nudillos. Te destrozas la nariz a base de golpearte con tus imágenes en los espejos buscando la salida. “Madre, ¿dónde estás?”… Ella también está dentro de un espejo, sosteniendo tu mano infantil. Y no puede oírte, porque los gritos del presente desaparecen inmediatamente sin atravesar el tiempo, colgándose en un nuevo espejo donde estás tú, a tu edad, gritando por tu mamá.
Quisieras tener un teléfono que hiciese llamadas en el tiempo a tus retratos vivientes del pasado, avisar a cada uno de ellos de lo que ocurriría en el siguiente espejo. “Hola, soy tú.”…
Terrorífica idea haber puesto aquel espejo en aquella habitación donde os acostábais juntos.
Tus gritos provocan espeluznos a las familias de la atracción de al lado. Tú no sabes salir de allí y ellos piensan que eres la bruja.

estudio onírico en diez etapas: 3

cielosueño de iván

3. soñar con el pasado engorda.
Hay un camino por el que echas a correr: subes una cuesta, subes unas escaleras, pasas una fuente redonda, sigues por una carretera, giras a la izquierda, subes más escaleras, rodeas un antiguo palacio, giras a la izquierda, sigues subiendo, atraviesas un parque, giras a la izquierda, rodeas un estadio, giras a la derecha, cruzas una carretera llena de aprendices de conductor que siempre te ceden el paso, subes una cuesta de cemento, vuelves a girar y ahí está tu camino de tierra por el que das zancadas larguísimas con cuidado de no torcerte un tobillo con las líneas de adoquín que estructuran el terreno cada tres zancadas largas o cuatro normales.
Te paras a mirar las bolitas resinosas de los pinos. Te paras a mirar la basura que alguien no quiso recoger. Saludas a la señora maquillada del perro enano que se ríe de algo que oye en sus auriculares. Vuelves a echar a correr. Quieres que ese camino sea sólo tuyo esta vez, quieres pretender que no hay nadie más en él. Vuelves sobre tus pasos y empiezas de nuevo. Piensas: “Si no me encuentro con nadie esta vez…”… No hay continuación de tu deseo. Tienes miedo de desear así que echas a correr con los puntos suspensivos detrás de los talones que te acompañan durante todas las zancadas.
El camino se acaba y no te cruzas con nadie. “La próxima vez…”… Te falta la respiración que te dé el aliento para articular el final de tu deseo. Te da miedo desear. Ahora también tienes miedo de morir de agotamiento. Te tumbas sobre la hierba del parque del final del camino. La hierba es larga y te entra por debajo del pantalón, en los tobillos, en los riñones, en la nuca. Miras las nubes. Se mueven. Cierras los ojos. Se mueren.
No quieres deshacer tu camino de tierra. Tomas otra ruta inversa que te lleva a lo alto de tu castillo y devoras todo lo que tienes en la nevera. Corres para olvidar que sueñas con el pasado. Comes para olvidar que corres para olvidar.

estudio onírico en diez etapas: 2

cielosueño de iván

2. soñar con el pasado te acoraza.
Cada día es más difícil ver ojos como ojos y manos como manos. Lo malo de los recuerdos es que ya no están contigo. Ya no están aquellos ojos ni aquellas manos. Ni están ahora. Ni siquiera los recuerdas concretamente. Ya no. Cruzas los dedos y cruzas las piernas cuando te tumbas a dormir para no recordarlos. “¿Pero estás bien?”… Sueñas con voces que apenas suenan. Imaginas que sueñas que suenan, que dicen palabras. Descruzas las piernas y piensas en el trabajo. Te desarropas y das vueltas.
Te despiertas en un barco de Joseph Conrad y estás seguro de encontrar el rojo detrás del negro. Esa era tu misión seguramente. Marineros sin dientes te felicitan y tú te sientes como un sabueso.
Sientes tanto frío al despertar que te duele todo el cuerpo. Enciendes la estufa y te aferras a ella con los ojos a medio abrir, con la conciencia a medio hacer, esperando que salga el café. Entra el sol por las ventanas, reflejado en las cristaleras del hotel de la acera de enfrente. Te cuesta distinguir la realidad durante un rato. Quieres hacer esa llamada pero el número ya no existe. Por eso tienes que llamar en sueños. “¡Cuánto tiempo!”… Su cara del pasado congelado te descoloca el día y te distancia de él, dejándote a medio camino, y todo lo que tocas se te cae porque no tienes la fuerza para aferrarlo. Su recuerdo se te planta delante de la frente y te bloquea el resto. Dejas pasar otros ojos y otras manos porque sólo piensas en sus ojos cuando estaban a milímetros de los tuyos y los cerrabas con la punta de tus dedos, y te aferrabas a sus manos tiernas y vuelves a soñar con acariciar los nudillos peludos que te daban la calma del sueño largo de playas desiertas.
Te despiertas en un desierto y nada te extraña. No es tu primera visita. Ya sabes lo que te cuesta caminar, lo que te cuesta distinguir algo que no sean dunas heladas. No puedes quedarte quieto. Sabes que tienes que caminar hacia la luna. Es lo que haces siempre antes de volver a despertar en tu castillo.
Te sientan bien las tormentas porque te unes a ellas. Nunca te han dado miedo sino todo lo contrario. Subes los pies en alto y te alejas de los enchufes. Si te fijas en el triángulo púbico del techo puedes observar cómo comienza a caer un hilillo de agua de lluvia.
El viento golpea todas tus ventanas, golpea todas las ventanas de todo tu edificio, golpea todas las ventanas de todos los edificios de toda tu ciudad.
El viento está loco por ti. Tú observas tus goteras.