a los que orbitan

un proyecto en forma de libro... una selección de textos agrupados... e ilustrados...
el desorden de un blog... las órbitas paralelas...
a los que orbitan...

monomanías y sinopsis

imagen de silvia

consejo para la perpetuación de los libros:
Si llegada la ocasión, usted se encuentra con un libro entre las manos y, por circunstancias cotidianas o fantásticas, ha de abandonar forzosamente su placentera lectura y no dispone de ningún objeto plano y limpio para marcar el hueco entre las páginas (véase: una postal, una fotografía, un boleto de tranvía… busque en sus bolsillos y en su cartera) y se ve usted forzado a doblar una de las esquinitas del papel, proceda por favor de la siguiente manera para la favorable perpetuación de su ejemplar: elija la esquina superior o inferior, dependiendo de dónde NO esté la numeración de las páginas, es decir: que la esquinita a doblar sea completamente blanca. Elija la esquina izquierda o derecha (superior o inferior según la explicación de arriba) en el momento en que abandone su lectura (con toda probabilidad deberá releer, al retomarla, las líneas previas como contextualización e inicio de la inmersión: NO se preocupe, es absolutamente normal) y dóblela cuidadosamente, fijándose en no alcanzar ninguna palabra impresa, es decir: que la esquinita a doblar sea completamente blanca. Ha de ser consciente de que esas esquinitas dobladas un día se desprenderán de las páginas, de ahí nuestra insistencia en que, si es del todo imposible interceder con un remedio más eficaz a la desmembración y pérdida de las partes de algunas hojas, al menos aseguraremos así que dichas pérdidas sean mínimas, meros triangulitos blancos que no dañarán al texto original. ¡Ya verá cómo sus hijos, e incluso sus nietos, lo agradecerán!

cita

"Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío,alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos paladar abajo y hasta apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo.Li.Ta."
Lolita | Vladimir Nabokov

bípedos

Rambla dels Caputxins. Exterior. Día.
Interior cabeza niño ocho años. Interior. Interior.
En el interior de esta cabeza una mano vieja y arrugada que serpentea.
El niño que mira a su papá y no le dice nada.
El papá que dibuja retratos sentado en una silla.
Los extranjeros que se sientan en la silla para que el papá los dibuje.
El niño que se sabe también un extranjero aterrizado hace poco tiempo desde Uruguay hasta este pedazo de Rambla.
El papá que le sacude la cabeza entre retrato y retrato y le pide cada vez que pose para él.
El niño que se niega en rotundo, vigilante de la mano vieja y arrugada que serpentea.
Acá llega la mano.
El niño que mira la mano vieja y mira después la mano del papá cómo traza el labio sonriente de una alemana y se le encoge el corazoncito al pensar que en ese preciso instante la mano vieja le está robando el alma a la alemana, de tan viejo que es el viejo roba almas cuando las pintan en retratos para poder vivir un poco más, sabe encontrar el momento exacto en que el alma pasa de la persona a la punta del carboncillo.
El niño que traza un plan para salvar las almas de las señoras alemanas empujando el brazo del papá. Borrón y gruñido.
El viejo que roba las almas de los extranjeros cuando cruza la Rambla para ir a comprar el pan donde trabajaba Mercè.
Y así cada día.

Rambla dels Caputxins. Exterior. Día.
Interior cabeza hombre ochenta años. Ubicación indefinida.
En el interior de esta cabeza los ojos temerosos de un niño de ocho años.
Cada día, a la misma hora, sale desde Escudillers, rodea la Plaça del Teatre, y pisa con decisión el medio de la Rambla.
Reminiscencias apopléjicas y un brazo en forma de ele y una mano temblorosa que adelanta al cuerpo renqueante.
Mercè, si poguessis veure com és el barri ara…
La mano es vieja y arrugada y además tiembla, abanicando el aire de la mañana.
El viejo que mira al niño que lo mira con ojos de temor y se pregunta Com és que aquests nens immigrants fan aquestes cares de pànic si de segur que aqui hi viuen molt millor que allà d’on vinguin.
El viejo que serpentea su mano vieja y el niño que se acerca a la espalda del papá y hace que de la mano que dibuja salga un borrón, una línea que no pertenece a la cara que debe retratar y ante la que debe cumplir un parecido asombroso para poder cobrar el precio pactado por el retrato.
El papá que le gruñe al niño.
El viejo que termina de pasar.
El niño que ve cómo el viejo sigue recolectando almas nuevas, incluso las de los turistas de los caricaturistas.
I així cada dia.

A Vika

cita

"Las cosas que terminan dan paz y las cosas que no cambian comienzan a concluirse, están siempre concluyéndose. Lo terrible es la esperanza."
El lugar sin límites | José Donoso