a los que orbitan

un proyecto en forma de libro... una selección de textos agrupados... e ilustrados...
el desorden de un blog... las órbitas paralelas...
a los que orbitan...

estudio onírico en diez etapas: 1

cielosueño de iván

1. soñar con el pasado es incómodo
porque te lo devuelve al presente. Y el presente se vuelve incómodo. El pasado te vuelve. Llamas por teléfono a antiguos amantes sólo para preguntarles qué tal están. Y tú no respondes a ninguna de sus preguntas. Sus preguntas son sordas. Tus oídos se vuelven sordos al pasado. Tú lo que quieres es hablar pero no quieres escuchar. “¿Y tú cómo estás?”… “¿Pero estás bien?”… “No, si yo sólo llamaba para…”…
Sueñas que realizas esas llamadas. Después dudas si hacerlas en realidad. Luego te das cuenta de que los números cambian y nadie te ha avisado. Hay sueños que se quedan en eso. Aunque te dan ideas.
Hay una ciudad donde puedes soñar. En sus calles sólo hay ojos amables y manos tiernas. En esa ciudad tienes una casa donde comer y dormir. Hay una casa en lo más alto de un edificio desde donde ves pasar ojos y manos pequeñitos allí abajo, por las aceras de piel. Cuando bajas de lo alto del castillo miras al suelo y te molesta que te rocen. Prefieres verlos desde la distancia.
Luego lees un libro y te quedas dormido y sueñas con el pasado. “¿Cómo estás?”… Las voces telefónicas en los sueños suenan más distantes aún, pero los teléfonos en los sueños pueden hacerte ver simultáneamente las caras al otro lado. Las caras que sueñas ya no existen, tú te las inventas para llenar el recuerdo, para deshacer el nudo que te hiciste, para traerte el pasado al único lugar donde cobra sentido su pensamiento. Ahora ya sólo sueñas los fines de semana.
Mientras cocinas a fuego lento te tumbas en el sillón y observas el triángulo que hace el techo con dos de las paredes. Piensas en sexos femeninos. Piensas en piernas duras, en pubis de yeso. Tienes veinte minutos de fuego lento para cruzar las manos sobre el pecho y soñar despierto con sexos femeninos. Luego todo se deja reposar. Mañana.
Deseas no soñar y lo consigues. Deseas elegir tus sueños de fin de semana, los únicos que no puedes controlar. Ellos se eligen a sí mismos. Ellos, que son tu pasado, te eligen como vehículo sin frenos, para que no te olvides de ti. Piensas. Sueñas. Sobre todo piensas. Te pican los codos pero no te los rascas. Te pican los ojos y a ellos sí que les concedes alivio. En tus sueños no hay pantallas de ningún tipo. Tarde.
Hay un cine en la ciudad donde vas algunos domingos para encerrarte en la oscuridad, para luego rascarte los ojos y pensar que por fin tienes un motivo. Después los tienes que cerrar y luchas por no quedarte dormido. Quieres leer pero elegiste cine. Abrazas el libro para que sepa que estás cerca. Le rascas la pegatina de la biblioteca y sientes sus gemidos de placer. Noche.

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